Tras el exitoso debut de nuestro espacio CHAT (Charlas de Actualización Técnica), donde mates y conversación se mezclan con el conocimiento de expertos, el Programa MRI ofreció su segunda edición con el mismo espíritu entusiasta.
Con la conducción de Guillermo Ciampagna y la alegría campestre de Los Agro Infuencers, Tolva, Alambre y Oruga.
La conversación, ya está disponible para toda la comunidad. Profundizó los temas cruciales del núcleo del CHAT#2 | ¿Plagas en el maíz? La necesidad de potenciar su manejo, y contó con una audiencia en vivo que participó activamente.
Los invitamos a revivir esta fascinante charla y a inscribirse en la próxima CHAT de Actualización Técnica, porque, como bien dice Martín: “lo que vos aprendés hoy, ya para mañana es viejo”. Y en el manejo de plagas del maíz, quedarse atrás no es una opción.
En esta CHAT-2, y continuando con el foco en el cultivo de maíz que había dejado la CHAT-1: Manejo de malezas y plagas en maíz, nos acompañó el Ing. Martín Galli, un verdadero "médico clínico" de los lotes cuya pasión por los insectos lo ha llevado a recorrer desde los campos de San Guillermo hasta los innovadores invernaderos de Almería, España.
En el vasto y dinámico paisaje de la agricultura argentina, la figura del ingeniero agrónomo suele asociarse con la siembra, la cosecha y la aplicación de tecnologías. Sin embargo, existe un perfil más específico, un especialista en el universo diminuto pero crucial que habita los cultivos: el de los insectos. El Ingeniero Martín Galli es uno de esos profesionales, un "gran observador de insectos en el campo" cuya pasión y trayectoria ejemplifican la necesidad de fusionar el conocimiento teórico con la práctica a pie de lote para construir una agricultura verdaderamente sostenible.
La historia de Galli es un testimonio de la formación continua. Como él mismo señala, "la profesión de agrónomo es permanente; lo que vos aprendés hoy, ya para mañana es viejo". Esta convicción lo llevó a transitar un camino de aprendizaje constante que comenzó con un posgrado en Córdoba, apenas se recibió. Lo que más valora de esa experiencia fue la posibilidad de "volcar enseguida en el campo" lo aprendido, un feedback inmediato que cimentó su comprensión práctica.
Pero el verdadero punto de inflexión en su paradigma profesional llegó con una Maestría en Protección Vegetal en España, previa a la pandemia, en una época donde la educación online aún era vista con escepticismo. Este viaje formativo, que incluía una práctica presencial de 15 días en Valencia, Almería y Cartagena, marcó "un antes y un después" en su carrera.
Un impactante "Mar de plástico": Control biológico y manejo integral de plagas
Lo que Galli encontró en España, específicamente en el imponente "mar de plástico" de Almería —más de 75.000 hectáreas de invernaderos— fue la materialización de conceptos que en Argentina solo existían en los libros. Allí, el control biológico no era una teoría, sino una práctica comercial y masiva.
"Lo que más me llamó la atención es que se comercializaban insectos", relata Galli. Empresas especializadas venden insectos benéficos (control biológico aumentativo) que se liberan en los invernaderos para combatir plagas de forma natural. Este sistema nació de la necesidad: el decomiso de una partida de pimientos por exceso de residuos de insecticidas obligó a los productores a buscar alternativas. El resultado fue un ecosistema autoregulado donde, al no usar insecticidas agresivos, se pueden introducir colmenas de abejorros para una polinización más efectiva, lo que a su vez aumenta los rendimientos.
Galli se sorprendió al ver a trabajadores esparciendo con una cucharita un sustrato que resultó ser alimento para los insectos benéficos. Esta práctica responde a una pregunta clave: ¿cómo mantener a los insectos aliados cuando no hay plagas que comer? La respuesta fue el control biológico por conservación: incorporar flores dentro de los invernaderos que provean néctar y polen, permitiendo que los benéficos sobrevivan y estén listos para actuar cuando la plaga aparezca.
Más allá de la técnica, Galli destaca el conocimiento profundísimo de los asesores españoles. "El asesor sabía qué insecticida podía usar y cuál no porque si usaba tal insecticida se le levantaba la población de una arañuela". Este manejo fino de la dinámica poblacional de las plagas, basado en la observación y la data de años de trabajo en los mismos cultivos, contrastaba con la realidad argentina.
El desafío argentino: Hacia un paisaje multifuncional
Al volver, la pregunta inevitable fue: ¿cómo trasladar estos conceptos a la agricultura extensiva argentina, a cielos abiertos y con miles de hectáreas de soja y maíz? Galli es realista: soltar insectos benéficos comprados es inviable económica y logísticamente en un lote de soja. La respuesta, argumenta, está en el control biológico por conservación y el diseño de paisajes multifuncionales.
"La pregunta que se debería hacer todo productor o todo ingeniero agrónomo es: ¿dónde fabrico los insectos benéficos yo en mi campo?", plantea. Si un lote es un "mar de soja", un monocultivo puro, la respuesta es "en ningún lado". Las plagas, que tienen alimento en bandeja, serán siempre explosivas. La clave, entonces, es generar ambientes de biodiversidad que sirvan de fábrica y refugio para estos insectos aliados.
Martín no propone competir con la superficie productiva, sino aprovechar los espacios improductivos: las banquinas de las rutas, los bordes de los alambrados, los sectores bajos. "La banquina pensada", dice, puede transformarse en un corredor biológico. Con la ayuda de drones para la siembra de semillas, se pueden establecer mezclas de floraciones permanentes y variadas (alfalfa, melilotus, colza, nabo e idealmente especies nativas) que provean alimento y hábitat para una diversidad de insectos benéficos y polinizadores.
"Cuanto más diversidad vos tengas de alimento, mejor, porque vas a tener más diversidad de insectos benéficos", explica. Es un cambio de mentalidad: dejar de ver estas áreas como un problema o un espacio a rentar, y empezar a verlas como una herramienta de gestión ecológica que, además, mejora los servicios de polinización, controla la erosión y purifica el agua.
La pasión por observar y el rol del entomólogo
En el día a día, el trabajo de Galli es el de un detective del agro. "Seríamos como un médico clínico", define. Su labor principal es el monitoreo: recorrer los lotes de forma planificada, recolectar datos, identificar insectos y diagnosticar el estado del cultivo para tomar decisiones informadas. Reconoce que el desconocimiento es vasto —"inicialmente, para mí, un polinizador era la abeja de la miel y punto"—, pero esa misma vastedad es lo que lo motiva a seguir aprendiendo y observando.
Esta pasión por la observación es, para él, la base de todo. Martín representa una mirada proactiva y preventiva. "Hay que gestionar las plagas, no erradicarlas", aclara, enfatizando que el objetivo es mantener las poblaciones por debajo del umbral de daño económico.
Biotecnología y manejo de resistencia: El caso del Maíz BT
Un tema ineludible en cualquier charla sobre protección de cultivos es la biotecnología, específicamente los cultivos BT (Bacillus thuringiensis). Galli explica con claridad la estrategia fundamental del refugio. La tecnología "alta dosis" del maíz BT asegura la muerte de los insectos susceptibles. Pero siempre existirán individuos resistentes. Si estos se cruzan entre sí, la resistencia se propaga y la tecnología falla.
El refugio —un 10% del lote sembrado con maíz no BT— tiene la misión crucial de generar polillas susceptibles. Cuando estas se cruzan con las posibles resistentes, la descendencia es susceptible y muere al alimentarse del maíz BT, retrasando así la aparición de resistencia. Galli identifica un problema de percepción: "El productor hace foco en ese 10% y se olvida del otro 90% que está impecable". En lugar de verlo como una pérdida, debería valorar la tecnología que protege la mayor parte de su cultivo. "Estamos a tiempo de cuidar la tecnología que hoy funciona", advierte, ya que el desarrollo de nuevos eventos es lento y costoso.
Esperanza y reconexión
Para Galli, el futuro de la agricultura pasa por "diseñar paisajes" y "volver a apasionarnos por la naturaleza". Ve con esperanza a las nuevas generaciones de productores, que tienen una mirada más amplia y valoran la biodiversidad. Cree firmemente que aumentar la biodiversidad en el campo no solo beneficia a los insectos, sino que crea un ambiente más amigable para todos.
Extiende este concepto a las ciudades, criticando la homogeneidad del arbolado urbano (como las palmeras Pindó alineadas) y promoviendo la diversificación en huertas y jardines. "Si vos generás un ambiente amigable para los benéficos y los polinizadores, es un ambiente amigable para uno, para el ser humano".
La sostenibilidad dejó de representar una moda, ya la comprendemos como un equilibrio activo entre la economía, lo social y el ambiente. Su trayectoria, desde su San Guillermo natal hasta los invernaderos de Almería y de vuelta a las banquinas argentinas, es un testimonio de que ese equilibrio es posible. Solo requiere observación, capacitación permanente y, sobre todo, la voluntad de hacer las preguntas correctas, empezando por una fundamental: ¿dónde están, hoy, los insectos benéficos en mi lote? La respuesta a esa pregunta puede ser el primer paso hacia una agricultura más resiliente y en armonía con su entorno.

